Muchas veces he leído esa frase que dice, "Dios mío ayudame a aceptar lo que no puedo cambiar", creo que es el pan de cada día de muchos de nosotros. Tenemos "casi" una vida perfecta a excepción de ESE detalle que mancha el cuadro de nuestra existencia.
Me cuesta trabajo en lo personal aceptar esas cosas que no se pueden remediar, lo peor es que tal vez no me afecte en el presente, pero el solo saber que ese detalle existe, me arde y molesta en el alma.
Aun siendo hijos de Dios hay cosas que no podemos soltar, aun teniendo la libertad en Cristo y siendo nuevas criaturas. Batallo cada día por no recordar lo que me molesta, pero, sé que el punto no es el no recordarlo, sino en recordarlo y que no me amargue mi existir.
Para algunas personas a nuestro al rededor, esas manchas negras que amargan el alma son ridiculeces, pero, para el que padece, son un dolor de cabeza y de alma constante.
Creo que más de uno se identificará con este padecimiento crónico del alma, pero creo que aun cuando esos detalles existan en nuestras vidas, no son excusas suficientes para que crezcan raíces de amargura en el alma; no son excusas suficientes para desear mal o para no perdonar en algunos casos. En el caso del perdón, creo que mi caso no es ese, porque no fue en mi tiempo lo sucedido, pero hay un cierto resentimiento que no sé como definirlo y que desconosco. A decir verdad cada día de mi vida he crucificado con Cristo mi carne y me someto a ÉL. Pero solo pienso y pregunto a Dios, ¿Hasta cuándo tendré que tener este sentimiento metido en mi corazón? ¿Hasta cuándo he de superarlo? A veces creo que nunca, y como expuso el Apóstol Pablo, es solo un mensajero de Satanás que abofetea mi carne para no gloriarme y enaltecerme, pues, en nuestras fuerzas nada podemos; y cuando más fuertes nos sentimos, más nos alejamos de Dios, y cosas como estas, aunque nos molesten, nos hacen vivir bajo el abrigo del Altísimo y depender de ÉL totalmente.
TODO ESTARÁ BIEN
Hace 2 años