Uno como ser humano jamás esta preparado para aceptar la voluntad de Dios y menos cuando esa voluntad implica aceptar la pérdida de algo o alguien.
Nuestra mente racional y la necedad de aferrarnos y ser independiente es muy fuerte y nos gana muchas veces, por eso el espíritu y la carne jamás serán aliados en cuanto a obedecer a Dios.
Escribo esto porque todos hemos pasado por ahí, hemos sufrido y padecido esa realidad que no queremos aceptar; duele, amarga, entristece y enoja, pero no hay nada que hacer ante ella. Tal vez hoy esta mi alma en paz, pero ha estado atribulada en muchas ocasiones, esperando la respuesta que dicte la sentencia al rumbo que ha de tomar mi vida.
Si estas padeciendo, solo puedo decirte que no te resistas, que aceptes y algo más loco, que agradezcas. Nosotros no conocemos los caminos por los cuales andaremos, pero hay Uno más grande que nosotros que conoce el porvenir y sabe lo que nos ha de convenir.
Duele, pero eso te forja como lo que has de ser de acuerdo al propósito de nuestro Creador.
Romanos 9:20
Bendiciones!
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